Luchan contra Wario. Más amigos, enemigos y pies sudorosos para Toadette, Minh y Toad. |
| Yasmín dio un alarido. Por una fracción de segundo, se vio de vuelta en la escena del avionazo en su escuela. Los muros a su alrededor se movieron, y su cuerpo se sacudió contra las cadenas de metal. El cuerpo de Terro tembló. —Esto no fue un aterrizaje pa’ nada. —Oyó un sollozo agudo—. ¿Yasmín? ¿Estás bien? Yasmín jadeaba. Tras intentar moverse de nuevo —apretando los dientes al hacerlo—, soltó un grito ahogado. Una nueva oleada de lágrimas brotó de su rostro. —¡Me rompí la muñeca! —El dolor frío en su brazo derecho la impulsó a sollozar más fuerte. Combinado con el impacto de su cabeza contra la pared y el calor que la dejó sudada de pies a cabeza, su esperanza comenzó a evaporarse poco a poco. Se dejó caer de espaldas, tratando de decirse a sí misma que todo estaría bien. Sin embargo, cada vez que empezaba a formar un pensamiento coherente, la punzada la devolvía a la realidad. —Tranquila, tranquila. Respira. Ya veremos cómo lo arreglamos. —Terro intentó tocarle la mano. Ella se apartó de un tirón, y un nuevo grito se le escapó cuando el movimiento envió una nueva oleada de dolor a través de su muñeca. —¡No la toques! —Sus ojos llenos de estrés se abrieron. Pero fue al mirar al frente que se le abrieron aún más. En la puerta estaba la capitana Sirope, de pie con dos de sus hombres. Yasmín tragó saliva, limpiándose las lágrimas y los mocos con la mano buena. El rostro de Sirope se torció en una sonrisa ladina. —Parece que el capitán Jones ha decidido enfrentarme por las malas. —Su mirada se detuvo en Yasmín—. Y me ha traído un regalito, metiendo a más Toads en la refriega. Una pizca de esperanza regresó al rostro de Yasmín. ¿Minh estaba aquí? ¿Toadette? ¿El capitán Toad? Todo tenía la posibilidad de salir bien. Pero sabía que Sirope no le decía esto para levantarle el ánimo. La trampa era inminente, y se preparó para ella. —Quizá Jones te quiere de vuelta, honguito, pero nunca devuelvo mis tesoros sin añadirles algunas modificaciones. Yasmín enarcó una ceja mientras Sirope se ponía de rodillas frente a ella. Comenzó a pasarle las manos por todo el cuerpo. —Un poco de emoción extra ayuda a que la capitana trabaje mejor —rió entre dientes, besando Yasmín en sus labios sucios. Luego empezó a frotarle los pechos, haciendo que los pezones de Yasmín se endurecieran. Una vez que estuvieron erectos, se los chupó. Los gemidos de Yasmín se intensificaron cuando sintió que los dientes de Sirope la mordían. —Y ahora la capitana necesita su poder estelar de nuevo —ronroneó Sirope, continuando con la succión de los pechos. Mientras las últimas gotas de leche con sabor a canela salían del cuerpo de Yasmín, ella gimió. Sirope se retiró después de un minuto con un chasquido de satisfacción y se encaró con sus lacayos—. Asegúrense de que él le ponga un hermoso bebé dentro en menos de diez minutos. Que esté hecho antes de que concluya la batalla. Yasmín sintió que su cuerpo se paralizaba. Oyó a Terro jadear bruscamente a su lado. —Considéralo un regalo de despedida, si es que te pierdo —rió Sirope—. Y si masacro a tus amigos, entonces me habrás regalado un nuevo miembro para la tripulación. Quedará un poco de elixir para él, ¿está claro? —Estás demente… —Terro se sobresaltó. Miró de reojo a Yasmín antes de volver a mirar a Sirope—. ¡No vamos a hacer eso! —Mmm. Palabras audaces viniendo de un Shy Guy, de todas las cosas. —Jugueteó con su uretra con la uña—. Un niño nunca está en posición de negociar con una capitana. Su único propósito es ser usado. Debiste haber aprendido eso hace mucho tiempo, muchacho. —¡Jódete! —Yasmín luchó contra sus ataduras, dispuesta a romperse todo el brazo para escapar ahora. Pero llegó a la desgarradora conclusión de que no iba a ninguna parte. Los guardias se acercaban a ella y a Terro. —Que se diviertan. —Sirope cerró la puerta con una risa malvada. —Sólo aguanta —susurró Terro al oído de Yasmín—. Voy a intentar contenerme. Necesito tu ayuda, Yasmín. Yasmín asintió. Su cuerpo estaba sacudido por escalofríos mientras unas manos ásperas agarraban por los tobillos. Sus pies, manchados de tierra, fueron elevados en el aire, y Terro fue empujado frente a ella. Su erección creció lentamente mientras sentía las piernas de ella. Yasmín soltó un gemido profundo. «Incluso si sobrevivo a esto, ¿cómo voy a decirle a Minh-Minh y a Sofí que voy a tener un bebé a los once años?». *** Nubarrones grises tiñeron el campo de batalla de sombras. El primer beso de la lluvia aterrizó en el sombrero de Toadette. La tormenta había llegado. Se le cortó la respiración. El navío de Wario había abierto una grotesca brecha en la popa del Aguadulce. Llovían chispas de los motores averiados bajo cubierta. Pero la tripulación de Sirope no vaciló. Cruzaron al otro barco con facilidad. —No se queden ahí parados, montón de inútiles —les ladró a sus monstruos—. ¡Hagan trizas a estos roedores sarnosos! Los Squeaks obedecieron, pululando sobre el Gaugau más cercano. Por cada dos que la corpulenta criatura arrojaba al mar, cinco más se aferraban, sus colmillos rasgando la carne. Toadette hizo una mueca cuando un Gaugau se perdió entre una masa de diez Squeaks; un festín espantoso se desarrollaba ante sus ojos. —¡Oigan! —gritó un Gaugau—. ¡No se concentren sólo en la morralla! ¡Apunten a los grandes! —¡Inténtenlo! —Con un gesto brusco, Wario soltó a los Volts. Los ojos de Toadette se entrecerraron. Éste era su oportunidad. —Mientras se están haciendo pedazos entre ellos, ¡voy a por Sirope! —¡Por Yas! —corrigió Minh—. Ella es nuestra prioridad ahora mismo. Voy contigo. —¡Yo también! —Penélope se apresuró a acercarse. —No, tú te quedas aquí. —Toadette apartó a Penélope del camino de una batalla entre Toad y un Gaugau—. Es demasiado peligroso. Sólo empeorará bajo cubierta. —¡Cree que la abandoné! ¡Tiene que saber que tiene una amiga que no la olvidó! —No vamos a discutir sobre… —¡Pues no! — La mirada de Penélope se clavó en una daga que se deslizaba por la cubierta mojada. Los dedos de sus pies agarraron expertamente la empuñadura y la voltearon hasta su palma. —Ella puede con esto —dijo Toad, mirando a Toadette por encima del hombro—. ¿Dónde está tu arma? —¡Tendré que ir desarmada! —gimió Toadette. —No lo creo, moza. Ella se dio la vuelta, sobresaltada por el cambio en el aire y la imponente figura azul que se cernía sobre ella. Jones, encorvado con su tridente brillante, le presentó a Toadette su martillo empapado. Ella lo tomó, dándole un simple asentimiento. —Sigue sin haber rastro del amuleto —gruñó Jones—. Pero un trato es un trato. Tienen a la chica de rehén. —¿Amuleto? —preguntó Penélope. —Lo tenemos justo aquí —dijo Toadette, golpeando el bolsillo que contenía a Maletín—. Cumple con tu parte del trato, Jones, y es tuyo. Él gruñó en señal de acuerdo, su espalda chocando con la de Toad mientras luchaban contra los enemigos que pululaban de ambas facciones. —¿Dónde está la tripulación? —vociferó—. ¡Deberían estar muriéndose de ganas de hacer pedazos a esta bruja! —Están en camino —escupió Toad—. Sirope ha estado reduciendo la velocidad durante horas. No deberían estar muy lejos. —De acuerdo. —Toadette señaló a Minh y Penélope—. Penélope, tú guías. —¿Yo? —¿Te queda grande? —preguntó Toadette con una sonrisa—. ¿En serio? El rostro de Penélope se endureció. Su daga apuntó en dirección a la bodega del Aguadulce. —Así se hace, chica —la animó Minh, suavizando su tono. Los pasos de Penélope ganaron confianza mientras tomaba la delantera. El interior del barco era un desastre. Tablones de pared astillados se abrían, con bordes dentados que sobresalían como cristales rotos. Se movieron con cautela experta, pero el ritmo de Penélope siguió siendo enérgico. —Dudo que Yas esté en el cuarto de los niños —dijo—. No después de lo que hice. —¿Qué hiciste? —preguntó Minh. —Digamos que… puede que le haya prendido fuego al barco de Sirope… Y tal vez a su ojo. —¿Por qué siempre es fuego contigo? —Toadette la miró con incredulidad—. ¿Primero la convención de juegos, ahora el barco? —La primera vez fue un accidente. La segunda fue por sobrevi… Minh la agarró por el cuello de la camisa, haciéndola callar antes de que pudiera decir una palabra. Se agacharon detrás de una gran caja. Dos sombras monstruosas pasaron con dificultad, sus fuertes pisadas resonando mientras ascendían a la cubierta. Los nudillos de Toadette enrojecieron alrededor del mango de su martillo. Penélope no se atrevió a respirar hasta que el último eco de sus pasos se desvaneció. —¿Cuánta gente hay siquiera en este barco? —susurró Toadette. —Más de cien —respondió Penélope con un suspiro—. Tanto niños como piratas. Los llevó al cuarto, donde Toadette derribó la puerta a golpes. Varios niños yacían despiertos, con los ojos muy abiertos y temblando por el caos. Pero mientras Penélope escaneaba la habitación, el pánico se apoderó de ella. Dos de los niños no estaban. —¡Narisa! —Penélope corrió hacia la chica Noki—. ¿Dónde están Yas y Terro? —Te lo advertimos. —Su voz era plana—. Fue estúpido intentar escapar. Todos podíamos escuchar los látigos restallando desde aquí. —¿Látigos? —Minh agarró a Narisa por los hombros, sacudiéndola—. ¿Dónde está mi prima? ¡Dímelo ya! ¡Ahora! —¿Prima? Así que ustedes son… —Narisa parpadeó lentamente—. En la pocilga. Busquen la puerta con el corazón roto. Minh giró sobre sus talones, tirando de Penélope. Penélope saludó rápidamente a Narisa antes de que todas salieran corriendo por los crujientes pasillos del barco. Con cada paso que rechinaba, con cada agónico raspón de astillas contra las plantas de sus pies, corrían hacia adelante. Finalmente llegaron a la puerta. Los sonidos ahogados las confundieron a todas. Sonaba como dos personas jadeando fuertemente. Las pupilas de Minh se contrajeron cuando los jadeos se convirtieron en gemidos y quejidos. —¿Qué está pasando ahí dentro? —preguntó. Toadette estaba igualmente estupefacta. Pero Penélope simplemente bajó la mirada, incapaz de articular el horror que entendía que estaba sucediendo. Entre gritos, Toadette golpeó la puerta con su martillo. Pero ésta no salió volando de sus goznes. Lo intentó con más fuerza. Como mucho, le hizo una pequeña abolladura. Tensó los músculos y se desató, golpeándola sin cesar hasta que consiguió abrirla. Penélope se estremeció ante tal ferocidad y corrió a refugiarse junto a Minh. Al otro lado, Yasmín apenas podía respirar. Los dedos de sus pies se le contrajeron mientras Terro se retorcía en su interior. Se obligó a permanecer quieta y soportar la lenta violación. Pero la absoluta maldad de la situación los estaba superando a ambos. Las reacciones naturales de sus cuerpos amenazaban con traicionarlos. Terro gritó cuando un Gaugau lo empujó más profundo dentro del adolorido cuerpo de Yasmín. Ella gimió, sus piernas temblando y sus pies forzados sobre los hombros de él. —El chico se está tardando una eternidad. Dijo diez minutos —suspiró un Gaugau. Miró hacia la puerta—. Y parece que tenemos visita. —Entonces tendremos que hacerlo por las malas. Sólo negocios. —El segundo Gaugau sacó una larga y fría barra de metal. Maniobró, forzando las piernas de Terro a abrirse mientras posicionaba la barra sobre su ano. Terro dio un alarido cuando el metal presionó contra él y se deslizó en su interior. Un violento temblor sacudió su cuerpo. Yasmín sintió cada pulsación en su vagina. Sabía que él se acercaba al clímax. Terro jadeó mientras la barra masajeaba sus paredes rectales. La sensación sobrepasó su delicada próstata. Bajo la máscara, su rostro se llenó de terror absoluto. Se abalanzó dentro de Yasmín, y sus caderas se sacudieron salvajemente. Su agarre en sus hombros se intensificó. —Yasmín, lo siento —dijo con voz ahogada, sus movimientos escalando en velocidad—. Lo siento tanto… —¡Y yo también! —Yasmín entonces le mordió el brazo, lo suficientemente fuerte como para hacerlo retroceder. El intenso temblor en su pene continuó y luego se ralentizó. Sin embargo, sucedió de nuevo. Yasmín jadeaba, incapaz de saber si él estaba eyaculando dentro de ella o no. Con furia renovada, volvió a morder, desesperada por hacer que el cuerpo de él la despreciara—. ¡No acabes! ¡Por el amor de las estrellas, no acabes! Justo en ese momento, la puerta se vino abajo. Toadette entró en la habitación, haciendo girar su martillo. La escena la dejó sin palabras. Cuando Yasmín vislumbró por primera vez a Minh, su rostro no cambió. Tenía los ojos vidriosos y el cuerpo flácido. Una única lágrima recorrió su sucia cara mientras miraba fijamente a su prima. —¡¡Monstruos!! —chilló Minh, tirándose del pelo—. ¡¡Ésta es mi primita!! —Órdenes son órdenes, niñita —dijo un Gaugau, recuperando la barra del trasero abierto de Terro. Ni siquiera las miró mientras la limpiaba con un trapo—. La jefa quería un regalo de despedida. ¿Qué es mejor que un nuevo tripulante hecho aquí mismo en el Aguadulce? Sin pensarlo dos veces, Minh le arrebató la daga a Penélope y corrió hacia el Gaugau. Atacó repetidamente, pero todos sus golpes fueron desviados con facilidad. Pero no se rindió. En lugar de eso, derribó a uno y lo apuñaló en el pecho. Cada estocada parecía hundirse más profundamente. Penélope dio un paso atrás, sobresaltada por los crecientes gritos de Minh. —¡Muere, muere, muere, muere, muere, muere! —¡Maldita…! —Justo cuando el otro iba a atacarla, Toadette le aplastó la cara con el martillo. Luego apartó a Minh de una patada y les destrozó los sesos a los dos secuaces. Minh tembló, soltando la daga ensangrentada. Miró a Yasmín con los ojos entrecerrados y llorosos. Verla allí tendida, tan vulnerable, hizo que el corazón se le cayera al estómago. Era surrealista. Conocía a Yasmín desde que era bebé, y nunca la había visto tan destrozada. —Estoy aquí, Yas —jadeó—. ¿Me escuchas? —Minh-Minh… Tengo la muñeca… rota —gimió Yasmín. Sintió que Terro se aflojaba dentro de ella, y finalmente se salía—. Éste es… el hijo de Almara… Ayúdanos… —Yas, más te vale no desmayarte —advirtió Penélope—. Sé que estás cansada y herida, pero vas a hacer esto mucho más difícil si no puedes moverte. —¡Penélope! —Yasmín volvió a la vida—. ¿Estás viva? Pero tú… —Como si yo… fuera a dejarte atrás. —La voz de Penélope temblaba, pero sus ojos estaban concentrados—. Las amigas se apoyan, ¿verdad? Terro se quitó de encima de Yasmín. Miró a Penélope, y la más ligera de las risas salió de su máscara vacía. —Tú… Eres más lista de lo que pensaba. Penélope sonrió. Por un momento, todo pareció que estaría bien. Sólo necesitaban encargarse de todos en la cubierta, y estarían listos para llevar a Yasmín, Terro y al resto de los niños a un lugar seguro. Minh jugueteaba con las ataduras de Yasmín, disculpándose cada vez que lastimaba la muñeca de ésta. —Toadette, ¿podemos cortar estas cosas con algo? —Es metal duro. Necesitamos una llave. —Toadette miró a los Gaugau derrotados—. Quizá ellos tengan alguna. —Qué lástima que no puedas alcanzarlos, niñita. Penélope se tiró al suelo al oír esa voz. Antes de que Toadette pudiera reaccionar, salió volando por los aires. Se estrelló contra el techo y cayó al suelo, sólo para recibir una patada certera en el costado que la lanzó contra la masa de cadenas. Se sacudió entre el metal. Haciendo una mueca, se movió justo a tiempo para que algo afilado le pasara a un pelo de la cabeza. Un bastón de caramelo afilado quedó atascado entre las cadenas. Yasmín instintivamente se aferró a Terro lo mejor que pudo. Su enemiga desenvainó su espada, relamiéndose los labios ante Toadette. —Vaya, vaya, supongo que eres la mami de Penélope, ¿acierto? —Luego miró a Minh—. Y tú debes ser esa tal Minh-Minh por la que Yasmín ha estado lloriqueando. Los labios de Minh temblaron. —Oh, sí que probé un bocado de ambas. Qué dulces gominolas. —La sonrisa de Sirope se desvaneció—. Pero su sabor se agrió muy rápidamente. —Pues yo tampoco soy ningún dulce. —Toadette lanzó un golpe falso a la cara de Sirope. Sirope soltó un grito ahogado al recibir el siguiente golpe de Toadette en el cuerpo. Pero, para consternación de Toadette, Sirope se reincorporó de un salto al instante. Ni siquiera parecía magullada, y eso que el golpe en el hombro había sido limpio. Con una risa sorda, Sirope apareció detrás de Toadette, esgrimiendo su espada hacia su espalda. Penélope empujó a Toadette fuera de su camino. Toadette se puso en pie de un salto, temblando. «¡Maldita sea! ¡No tiene sentido! Toady y yo nos hemos potenciado con al menos dos Estrellas Etéreas. Ella tiene una, y de algún modo es como un muro de ladrillos». Mientras Sirope avanzaba con estilo, blandiendo su espada en todas direcciones, Minh actuó con rapidez. Le lanzó una patada. Sirope rodó los ojos y se dispuso a contraatacar. Entonces Minh lanzó la daga a Penélope, que la utilizó de inmediato para apuñalar a Sirope en la pierna. Se encogió de dolor. —¡Pequeña diablesa! —Estrelló a Penélope contra el suelo, justo hacia los otros niños. Toadette gritó de frustración. Su martillo chocó con la espada de Sirope antes de que ésta la golpeara contra el techo con la fuerza suficiente como para que Toadette rompiera el suelo. *** Toad disparó una bengala contra otro de los monstruos piratas de Sirope. El disparo aterrizó justo en la garganta antes de explotar en un caótico despliegue de fuegos artificiales. Limpió su pistola antes de recargarla y guardarla de nuevo en su bolsillo, volviendo a su pico. —Puede que sí tengamos una oportunidad —rió. Entonces la madera frente a él explotó. Toadette salió disparada hacia la cubierta, con el cuerpo cubierto de cortes. —¡Toadette! —Corrió a su lado, jadeando—. ¿Qué diablos pasó? —Pues Sirope es más fuerte de lo que pensaba. —Se levantó lentamente, boqueando—. Jones no mentía sobre la estrella potenciando su poder. Hace que la tal 13-Amp parezca un gatito. —Maldición. Si tú no puedes con ella, entonces… El campo de batalla en los barcos estrellados estaba tan sangriento como ella podría haber esperado. Los monstruos de Sirope tenían la ventaja sobre los de Wario, incluso con la estrategia de éste de abrumarlos. Sin embargo, los Volts no permitieron que ninguno de los monstruos de Sirope los frenara significativamente. La espada Wiimote de 9-Volt, aunque actuaba como un arma contundente, era lo bastante fuerte como para dejar fuera de combate a unos cuantos robots. El cuerpo corpulento de 18-Volt era capaz de plantarle cara a los Gaugau, como si fuera un control de plagas. Finalmente estaba 13-Amp con su magia, capaz de pillar a cada pirata por sorpresa. Al fondo, sentado en un trono improvisado de cajas, Wario observaba riéndose. Toadette lo fulminó con la mirada. «La única forma de salir de aquí es si ganamos esta batalla. Pero tenemos dos enemigos. ¿Cómo podremos hacerlo?». Jones se abalanzó, el calor disipándose de su tridente mientras su técnica de Rayo Ardiente achicharraba a varios Squeaks. Uno de ellos se asó en las puntas de su tridente, y se lo comió de un bocado. Apuntó su arma a Wario. —¡Usted! Baje y enfrénteme como un capitán de verdad. ¿O no es más que una rata con un sombrero llamativo? —Ah, no creo que quieras eso, amigo —rió Wario con su cacareo—. Nunca he comido tiburón frito, pero siempre estoy dispuesto a probar cocina nueva. Jones disparó contra la caja sobre la que se sentaba. Wario saltó justo a tiempo. —Que así sea —rió entre dientes. Con la espada desenvainada, rodó hacia adelante por el aire. Él y Jones comenzaron a chocar. Wario lo hizo retroceder paso a paso con pura fuerza bruta. Jones vio la oportunidad, un ligero retardo en la recuperación de Wario, pero Wario anticipó los contraataques. Una estocada bien calculada de Wario envió el tridente de Jones a girar por la cubierta resbaladiza. Con un rugido, Jones se agachó e hincó su aleta dorsal en el estómago de Wario. A Wario se le desencajó la mandíbula. Pero Jones supo que algo iba mal. La reacción fue demasiado limpia. Mientras presionaba más contra Wario, éste le dio un puñetazo en el estómago con la mano libre. Jones se retorció y el puñetazo lo mandó hacia atrás, chocando con el mástil del barco. —¿Qué pasa, tiburón? —Wario blandió su espada sin cuidado—. Mi mocosa con la cara de pez me habló de ti. Dijo que eras un capitán respetable. Y mira de qué te sirve todo ese respeto. —Maldito sea… —Jones fue a por su tridente, pero 9-Volt lo pisó. —Me quedo con esto. Muchas gracias. Jones bramó, agarrando a 9-Volt y lanzándolo contra la barandilla del barco. 9-Volt escupió sangre. Con el tridente de nuevo en la mano, Jones preparó otro golpe contra Wario. Entonces oyó un cacareo familiar. Las orejas de Wario se crisparon. Todas las cabezas se giraron. Sirope emergió del casco cubierta de sangre. Su cabello rojo ondeaba salvajemente bajo la lluvia. Wario sonrió. —Hola, mi amor. Ha pasado un tiempo. —Así que eres tú quien estrelló su bote contra mi navío. —Ella levantó la nariz con altivez—. No importa. Ya sea que caiga tú primero, o el líder de los Piratas Cerúleos, soy la única que saldrá viva de esta contienda. —¿De verdad se lo cree? —gruñó Jones. —Oh, lo sé con certeza. Sirope se movió como un relámpago. Cuando Wario cargó contra ella, se escabulló y su espada rebanó a uno de los muchos Squeaks que había en cubierta. Con la mano libre, sacó una pistola y disparó a una cuerda que sostenía una pesada red en su barco, haciendo que esta cayera y enredara a un grupo de Squeaks. Jones se lanzó al agua. Se sumergió y después emergió como un géiser, apuntando a Sirope como un taladro. Ella lo esquivó y dejó que perforara su cubierta; mientras tanto, su bota pateó el tridente de Jones, enviando las puntas contra su propio rostro. Él gruñó, resistiendo el agudo dolor, pero ella lo fue desgastando bala tras bala con su pistola. Cinco disparos después, se sujetaba el vientre enrojecido. Toad y Toadette observaron horrorizados cómo la velocidad de Jones disminuía. Sirope y Wario se rodearon mutuamente durante lo que pareció un minuto. —Jejeje. — Wario agarró un barril cercano y lo lanzó en dirección a Sirope. El ataque la pilló por sorpresa, pero logró esquivar su siguiente ofensiva, otra estocada con la espada. Su pelea sacudió ambos barcos. La agilidad y astucia de Sirope le permitieron utilizar el Aguadulce como si fuera su patio de recreo personal. Sin embargo, el estilo de combate sucio de Wario le otorgaba el elemento sorpresa constante. Sirope se encaramó a un cañón de cubierta, que encendió con una cerilla. Lo apuntó en dirección a Wario, directamente hacia su barco. —Adelante. Hazlo —gruñó Wario. —¿Va en serio? —preguntó 18-Volt. —Esto tengo que verlo —silbó 13-Amp. El cañón disparó. Con un gruñido, Wario golpeó la bala de cañón en dirección a Sirope. Sirope salió disparado del barco hacia el océano. Wario se rió con orgullo mientras los segundos se convertían en minutos. Sin embargo, en el momento en que oyó algo contra las paredes del barco, rodó los ojos. —¿Por qué no te mueres de una vez? —se quejó, apuntándola con la espada—. Esto es ridículo. —Moriré bajo mis propios términos, y ésos nunca te incluirán a ti —gruñó Sirope—. Cada vez que te las has arreglado para entrometerte en mis planes… —Siempre dejo una huella. —Entrecerró los ojos hacia Toad y Toadette—. Pregúntales a los masacotes muertos de Ciudad Toad. Antes de que Toadette pudiera moverse, dos Gaugau la inmovilizaron. Toad logró conectar un codazo sólido antes de ser inmovilizado también. —Informen. —Sirope miró a sus hombres—. ¿Cuál es el estado del navío? —La sala de máquinas está en llamas otra vez. Estamos extinguiéndolo, pero está en peores condiciones esta vez —respondió un Flotador, soltando un pitido robótico tras su declaración—. Puede que tengamos la potencia justa para llegar a la isla Cocina, pero no podemos desviarnos del rumbo, capitana. —¿Se está acumulando humo ahí abajo? —Afirmativo. —Traigan a todos los de bajo cubierta. Démosles a estas monadas un gran espectáculo de lo que pasa cuando se meten con la capitana Sirope. En cuestión de minutos, todos los niños secuestrados estaban en la cubierta. Minh y Penélope fueron forzadas a estar con Toadette y Toad. Yasmín y Terro estaban con los otros niños, aunque con una simple camisa larga echada sobre ellos. Sirope y Wario mantuvieron sus posiciones, con los Volts listos para atacar si alguno de los hombres de Sirope hacía alguna gracia. «Vamos, hombres», pensó Jones, mirando por el rabillo del ojo. «Vengan y ayúdennos en esta locura». —Escucha, Sirope —dijo Wario mientras se hurgaba la nariz—. Tengo exigencias. —¿Vienes a destrozar mi navío, y tienes el descaro de exigir algo? —Claro. —Lanzó el moco en dirección a ella—. La Estrella Etérea. Entrégala, y no tendré que reacomodarte lo que queda de tu cara arrugada. —¿Estrella Etérea? —se burló Sirope—. Querrás decir mi roca de poder. Moriría antes de entregarla. —Como quieras —dijo Wario, encogiéndose de hombros. —Aunque me encuentro en un predicamento. Sigo sin poder localizar el Vino de Renacer. Búscamelo como un buen chico, y tal vez considere un trueque. —¿El qué de qué? —Es una leyenda —explicó 13-Amp—. Según cuentos piratas, te da la juventud eterna. Da un poco de grima, si me preguntas. —¿Sólo eso? —resopló Wario—. Podría desearle la juventud eterna a toda mi ciudad si quisiera, tan pronto como ponga mis manos en todas nueve de estas cosas. —Yo no confiaría en que me extendieses esa amabilidad a mí. —Sirope envainó su espada—. Si me ayudas a encontrar mi bebida, la estrella es tuya. Sin juegos. —¿Y por qué debería confiar en ti? —preguntó él—. No es la primera vez que me traicionas. —No deberías. Pero tengo más cosas en la vida de las que preocuparme que de un duende apestoso. —Ja. —18-Volt rió entre dientes. Se acercó a Wario—. Incluso si se vuelve una niña, no significa que sea inmortal, ¿verdad? Píenselo. —Cierto, cierto… —Wario desvió su atención a los héroes—. ¿Qué pasa con éstos? Minh gimoteó, agarrándose del brazo de Toadette. —Yo me quedaré con la pequeña Penélope —dijo Sirope—. ¿El resto? Comida para mis hombres. —¡No! —Penélope se movió antes de que nadie pudiera parpadear. Arrebató algo del bolsillo de Toadette; los ojos de Maletín se abrieron. Al mismo tiempo, agarró la pistola de bengalas de Toad. Esquivando a los Gaugau, trepó apresuradamente a un tablón astillado que sobresalía del costado del Aguadulce. Sus manos temblaban. —¡Baja de ahí, Penélope! —gritó Toadette. —Jugando a la heroína, ¿eh? —Sirope puso los ojos en blanco—. ¿Crees que una simple pistola va a asustarme, niña? —No, no lo creo. —Penélope hizo un puchero—. Pero sé que esto sí. Apretó la pistola cargada contra su oreja. Un jadeo colectivo recorrió la cubierta. Incluso las risas de Wario se apagaron. —¿Por qué no la descargaste? —le susurró Toadette a Toad. —¡Estábamos en medio de la batalla! ¡No puedes culparme a mí! —Yo fui la que robó el amuleto, Sirope —anunció Penélope, hurgando en el interior de Maletín y sacando el dije—. Y sé que lo necesita cubierto de sangre real. —Ése es mi amuleto, muchacha —gruñó Jones—. No seas impulsiva. —Y para que lo sepa, no soy una chica que sólo se parece a la princesa. —Se deshizo el coletero, dejando que su pelo amarillo se agitara con la brisa lluviosa—. ¡Soy su hija! ¡Nacida y criada en ese castillo! ¡Mi sangre es más azul que nada! El mar se silenció. Toadette miraba estupefacta las palabras que Penélope había lanzado al viento con tanta despreocupación. Wario enarcó una ceja con curiosidad. Sin embargo, Sirope se paralizó, con los ojos muy abiertos, mientras la amenaza de Penélope se volvía demasiado clara. —¡Penélope, no lo hagas! —gritó Yasmín, con el pánico a flor de piel—. ¡Por favor, no! —Yo no tengo su potenciador mágico, Sirope. No tengo su fuerza. —La voz de Penélope temblaba, pero no bajó la pistola. La acercó más—. Aprieto el gatillo una vez, y toda esta esencia real se derrama en el océano, donde es inútil. ¿Dónde queda su juventud eterna ahora? —¡Tú…! —Sirope jadeó—. Estás bromeando. —¿Tiene miedo? —El gatillo hizo clic. Ese único sonido hizo que todos se estremecieran. —¡Hazlo, niña! ¡Danos fuegos artificiales! —rió Wario—. Haz llorar a tu madre. —¡No lo hagas! —gritó Toad—. ¡Penélope, esto no es gracioso! ¡Por favor! —¡Esperen! —Sirope levantó una mano—. Dime tus términos, niña. Rápido. —Libere a todos los niños. —Tienen que ser términos razonables. —El tono de Sirope se suavizó—. Porque si aprietas ese gatillo, lo único que habrás hecho es garantizarles a tus amigos una muerte agonizante. Tú sólo serás la primera en irte. Penélope se estremeció. Se obligó a mirar a sus amigos. —Entonces libere a la señorita Toadette, a la señorita T. Minh, al capitán Toad y a Yasmín. ¿De acuerdo? —¿Es eso todo? —Y… Y a Terro —añadió Penélope. —Él se queda. —Se lamió los labios al mirarlo—. Esa actitud de fugitivo es asquerosa, pero creo que dará lugar a un niño que será físicamente fuerte. Mucho más útil para un sirviente mío. —¡Pues libere al capitán Jones! —La voz de Penélope se convirtió en apenas un susurro—. Supongo que puede quedarse con el resto. Todos los niños dejaron escapar una serie de jadeos horrorizados. Penélope no se atrevía a mirar en la dirección de Terro, especialmente. —Mucho mejor —ronroneó Sirope, una sonrisa depredadora volviendo a sus labios—. Ahora bien, unta ese amuleto con tu sangre. La pistola cayó de la cabeza de Penélope. Un Gaugau se adelantó, presionando una daga afilada en su palma. Penélope tragó saliva y apretó la hoja contra su piel, haciéndose un corte profundo. El escozor de su sangre la hizo jadear y se la untó en el amuleto. Una luz naranja se disparó hacia el cielo antes de fracturarse. Pintó un único camino, claramente iluminado, a través de las aguas azules del océano, apuntando hacia una tierra lejana. Sirope soltó un grito ahogado, corriendo para arrebatar la reliquia ahora activada al Gaugau que se la quitó a Penélope. —Ha pasado tanto tiempo… —Ya tiene su camino —murmuró Penélope, las lágrimas nublando su visión mientras miraba los rostros aterrorizados de los otros niños, aún atados—. Ahora deje ir a mis amigos. —Su grupito es libre de abandonar mi navío —dijo Sirope, asintiendo a sus hombres para que retrocedieran. Hizo un gesto displicente hacia Wario—. Que te diviertas buscando un lugar donde tirarlos. A Penélope se le heló la sangre. Sacudió la cabeza. —Pero… ¡Mentirosa! —El primer error, princesita, fue creer en la palabra de una pirata —rió Sirope. Penélope lanzó un grito y se abalanzó. No dio ni dos pasos antes de que el puño masivo de 18-Volt la golpeara en la nuca. Se desplomó en la cubierta, en completo silencio. —¡Penélope! —chilló Minh, forcejeando contra sus captores. —Iremos juntos, bruja —dijo Wario, examinando la escena—. Llévalos a tu islita. Asegúrate de que no puedan escapar. —Mi navío requiere reparaciones extensas, gracias a ti —dijo Sirope—. ¿Por qué no acabar con ellos y ya? —Porque todavía necesito las otras estrellas —gruñó Wario, fijando su mirada en Toad, Toadette y Minh—. Y estas tres alimañas en particular deben ser destrozadas por completo. Conozco a una chica a la que le encantaría jugar con ellas. Soltó un silbido agudo, convocando a su monstruosa tripulación. —¡Escuchen, gusanos! Remolquen nuestro barco. Llegaremos a la isla Cocina en menos de una hora. —No podemos dirigirlo, Wario —dijo 13-Amp, cruzándose de brazos—. El timón está roto, ¿recuerda? —Entonces improvisen. Todos son unos frikis de la tecnología; repararlo debería ser fácil para ustedes. —Sí, como no —murmuró 9-Volt—. Usted manda. Atados y derrotados, Toadette y sus compañeros observaron cómo el maltrecho navío de la capitana Sirope volvía a encender sus motores chisporroteantes y se alejaba de ellos, dejándolos a merced de un destino aún más aterrador. ---------- Nota del autor: Diría que este capítulo es el que tiene una influencia más directa de Piratas del Caribe, y era algo que sabía que iba a pasar desde el principio. Crucen los dedos para que la pobre Yasmín no esté embarazada ahora. |